¿Deuda histórica con las matronas?... ¡claro que sí!
Otra carta al diario Montañes en las cuales uestras compañeras se defendían de las críticas y presiones a las que estaban siendo sometidas
Érase una vez una comunidad de vecinos que todo el mundo conocía por la denominación que se oculta tras las siglas SCS (Servicio Cántabro de Salud). Esta comunidad se encontraba constituida por cada una de las personas trabajadoras que, dignamente, desempeñaban su función, aunque para ello se veían obligadas a mantener una lucha constante por proporcionar una atención humana y de calidad a quienes acudían a ellas. Para el desempeño de esta labor, todos los miembros de la comunidad eran importantes, pero especialmente trascendente resultaba el poder contar con un comité de presidencia que fuera capaz de solucionar cualquier problema con diligencia, en pro del bien común.
Sin
embargo, sentimos que es preciso dejar las metáforas a un lado para
hablar, si cabe, más claro todavía de lo que lo hemos hecho hasta el
momento: las personas que forman parte de las gerencias del SCS deben
asumir la responsabilidad de gestionar con eficacia la comunidad que
presiden, y de hacerlo más allá de cualquier interés económico o
político.
El colectivo de matronas se siente desoído,
manipulado, agotado de lidiar con gerentes expertos en el escaqueo, que
se jactan de la imagen pública de solvencia que ofrece la Consejería de
Sanidad pero que, sin embargo, son incapaces de llevar a cabo una
política honesta y transparente para cumplir unas promesas de mejora
que, al final, redundarán en beneficio de las mujeres. Desde aquí hay
que decirlo: si los servicios sanitarios funcionan como lo hacen no es
por la excelencia del presidente de la comunidad, sino por el esfuerzo
de todos los vecinos, que se van turnando como pueden para arreglar las
goteras del ático y las fugas del tercero. Estamos hablando de un
colectivo que desempeña su trabajo de modo casi vocacional, que lleva
años sufriendo impotente la degradación de sus condiciones laborales.
Últimamente,
y ante la insistencia de nuestras reclamaciones, hemos sido objeto de
comentarios que sin duda pretendían dividirnos y difamarnos. Sin
embargo, somos conscientes de que nuestra fuerza procede precisamente
de nuestra unión y ésta, a su vez, lo hace de la convicción de que
nuestras peticiones son legítimas. Esa legitimidad, y el hecho de ser
capaces de sostener medidas de presión que en ningún momento han pasado
por la huelga, nos han ayudado a conseguir pequeños avances. Lo que nos
preguntamos es ¿por qué se toman tantas molestias en tergiversar la
realidad para no atender nuestras demandas? ¿Qué credibilidad pretenden
mantener si prometen hacer una cosa y luego son incapaces de llevarla a
efecto? ¿Por qué no ser honesto y declarar su incapacidad para realizar
ciertas transformaciones a priori? La respuesta a nadie se le escapa:
prometer equivale a acallar voces temporalmente, a dar largas y,
mientras tanto, vanagloriarse del buen funcionamiento del sistema ante
los potenciales votantes de las próximas elecciones. Y que sea el
colectivo de matronas el que siga arreglando las goteras con cinta
aislante por un tiempo.
Con las cartas públicas que hasta el
momento hemos enviado a la prensa hemos pretendido poner de manifiesto
que nuestro colectivo no vive en la gloria sanitaria, como creían
erróneamente sindicatos y compañeros de otras áreas. Y hemos querido
también tranquilizar a la opinión pública, porque las matronas no van a
actuar de modo que las mujeres puedan salir perjudicadas. No se trata
de dañar a nadie para conseguir beneficios. No creemos que ningún fin
justifique ciertos medios. Es precisamente con honestidad y con la
convicción de estar cargadas de razón que reiteramos la petición ya
formulada a los responsables del SCS y, por favor, les rogamos que, en
lugar de difamarnos, se sienten a dialogar con las personas que nos
representan sindicalmente.
Hemos demostrado que tenemos valor
para pedir justicia, paciencia para obtenerla de forma legítima, y lo
único que podemos decir ante los constantes intentos de intimidación a
que nos hemos visto sometidas es que nos parecen, cuanto menos,
vergonzantes. Entérense de una vez de que ya somos mayorcitas para
tener pataletas: nuestras peticiones no son una rabieta esporádica,
sino que responden a malestares y necesidades de fondo que no pueden
ser acalladas con artimañas político-administrativas.
Dejen ya
de tratar de deslegitimarnos moralmente y atiéndannos como el colectivo
y la comunidad de usuarias se merecen. Somos una comunidad pequeña,
pero cargada de razón, y nos mantendremos unidas a la espera de que,
por fin, decidan sentarse a negociar honestamente con nosotras, con
intención de resolver problemas y no de postergarlos, como han estado
haciendo hasta el momento. Estamos hastiadas de tener que decir, de
nuestro propio edificio: 'Aquí no hay quien viva'. Con la diferencia de
que esto no es una serie de humor, sino la serie de los días de nuestra
cotidianeidad, y también la de todas las personas que en calidad de
usuarias y ciudadanas acuden a nosotras.
Esta carta está firmada por 56 matronas
del
Servicio Cántabro de Salud Estamos hablando de un colectivo que
desempeña su trabajo de modo casi vocacional, que lleva años sufriendo
impotente la degradación de sus condiciones laborales